Pablo Cateriano
El valor de un gran gesto
Tuve la suerte de estar en el mundial de fútbol de Rusia. Además, la bendición de asistir con mi esposa y tres de mis cuatro hijos varones. El fútbol en casa es algo parecido a una religión: con ritos, costumbres y fe. Todos los fines de semana seguimos no solo las ligas mundiales sino -increíblemente- el campeonato local. Asistir al evento más esperado en los últimos 36 años fue, como supondrán, un sueño cumplido. Fueron días llenos de abrazos, besos, cantos, marchas y emociones. Y claro, también de fútbol. Éramos miles de peruano. La TV transmitió el espíritu que se vivió durante esas semanas, pero, entre todo lo vivido, me quedo con una historia que me contaron en Saransk el día que perdimos con Dinamarca.
En la noche, tras cenar, vi a uno de nuestros queridos mundialistas de México 70, así que me acerqué a comentar con él el partido. Tras escuchar sus puntos de vista nos dijo que su presencia en Rusia se debía a una casualidad: no había planeado viajar, como tampoco pensó que lo invitarían con todos los gastos pagados. Nos contó que su anfitrión (hoy exitoso empresario), en su Juventus, quiso ser futbolista profesional y que él fue su entrenador. Un día, en un entrenamiento, la estrella juvenil del equipo cometió una falta descalificadora con él. Este reaccionó de manera feroz y lo enfrentó físicamente, acabando duramente magullado y humillado ante sus compañeros. Lejos de castigarlos, el entrenador reprimió únicamente a quién agredió. En cambio, al otro, lo premió con la capitanía del equipo. Pasados los años el primero resultó siendo el ídolo del equipo en la liga profesional y el segundo el próspero dueño de decenas de empresas en Asia.
Enterado de que el Perú clasificó al mundial de fútbol, lo primero que hizo nuestro personaje fue llamar a quien fue su defensor en la juventud e invitarlo a ver el Mundial con todo pagado. ¿Qué lo hizo actuar de esa manera? Recordar a quien mejor se portó con él en el momento más crítico de su aventura futbolística. La vida, sin duda, está llena de momentos como el que les cuento. En el trabajo, en la casa, en la calle. Es importante estar preparados para responder a la altura de las circunstancias sin esperar nada a cambio. Todos los días. Solo con la certeza de estar haciendo lo correcto. Y claro, porque quizá podrían invitarnos a Rusia.